No sé quién soy en esta llama envuelta
de angustia, de calor, de goce y llanto
en que nace el misterio de un encanto
que destruye mi vida y la alimenta.
Y queda mi razón vencida
porque todo el dolor de mi locura
me duele fuera de mi propia vida.
No sé cómo mirar para encontrarte
horizonte de amor en que me excito
distancia sin medida en que habito
para matar las ansias de tocarte.
No sé cómo llamar para llamarte
en medio de mis signos de infinito
donde nace el silencio de mi grito
movido por la sangre de buscarte.
Mirar sin que te alcance la mirada
sangrar sin la presencia de una herida
llamarte sin oirme la llamada...
Y a todo el corazón que no te olvida
ser un muerto que tiene por morada:
un cuerpo que no vive sin tu vida.
♀ ♥ ♂ ♥ ♀ ♥ ♂ ♥ ♀ ♥ ♂ ♥ ♀ ♥ ♂ ♥ ♀ ♥ ♂ ♥ ♀ ♥
de angustia, de calor, de goce y llanto
en que nace el misterio de un encanto
que destruye mi vida y la alimenta.
Y queda mi razón vencida
porque todo el dolor de mi locura
me duele fuera de mi propia vida.
No sé cómo mirar para encontrarte
horizonte de amor en que me excito
distancia sin medida en que habito
para matar las ansias de tocarte.
No sé cómo llamar para llamarte
en medio de mis signos de infinito
donde nace el silencio de mi grito
movido por la sangre de buscarte.
Mirar sin que te alcance la mirada
sangrar sin la presencia de una herida
llamarte sin oirme la llamada...
Y a todo el corazón que no te olvida
ser un muerto que tiene por morada:
un cuerpo que no vive sin tu vida.
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ABUELOS
Mis antepasados españoles olían a pescado
Vinieron con mantas y braseros
Descendían del luto y la guitarra
y de un Adelantado tuerto
Tenían un hueso intacto que lloraba
detrás de sus huesos
Buscaban también el reino del rey blanco
Cargaron bolsas
Se murieron
Mis antepasados italianos
emigraron de una mandalina rota, y vinieron
con un traje de carnaval manchado
de pólvora y de recuerdos
Desgarrados de amor
tozudos como enanos
emigraron aquí con un ladrillo
con sangre en la solapa y un queso
con frasco de vino y un revólver
y con un clavel seco en el sombrero
Eran ridículos:
Hacían el amor como marranos
Tenían veinte hijos
Olían a cal y barricada
y un día se caían de un andamio
o morían haciendo extraños chistes
abrazando a la Virgen
preguntando por Carla
Comprenderán entonces
mi chaleco de musgo
mi cara de extranjero, mi cigarra
mis muchachas colgadas de alfileres
mi ojo comido y mi cuervita amada
Mis demoradas charlas
con la larga vieja
que mastica su apio y que no habla
Comprenderán en fin
mis domingos vacíos
mi guitarra crispada
y mis ganas de dormir en ese mundo
que mis muertos soñaban.
J. Aulicino
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